Luisi Vélez: pintura de mujer a la búsqueda de su realidad

Durante estos días la pintora donostiarra Luisi Vélez (1949) cuelga sus últimas realizaciones –unos 30 cuadros- en las salas de exposiciones de la Gipuzkoako Kutxa.

Desde luego, nada más entrar en la exposición es indudable que un cálido ambiente nos acoge. Dicha sensación está lograda a base de expandir sobre los lienzos una cálida gama de colores –muchos tonos pastel- suavemente conjugados y difuminados. Esta sería la primera sensación que acogería al visitante, pero no la única. De inmediato nos damos cuenta de lo familiar que nos resultan los temas tratados.

En efecto, Luisi Vélez pinta cuadros en los que desgrana esa vida cotidiana –al alcance de todos nosotros- dándole un toque particular. Estos temas cotidianos están inmersos en un aire misterioso/mágico que les confiere notable singularidad.

Sus personajes son reales, tomados de la calle; sus naturalezas son reales (frutas, hortalizas, paisajes…) pero todo ello está impregnado de una “cierta magia” que hace pensar que surgen del resultado de la transposición mental del estado onírico de la artista.

Carlos Naucler –hijo de Luisi Vélez- afirma que, junto a un tratamiento exterior –estilístico- surrealista nos encontramos junto a un interior –contenido- netamente realista.

Este juego dialéctico –surrealismo/realismo- se completa con una manera de hacer “ingenua”. Así pues, todos estos códigos se mezclan en la medida que satisfacen las necesidades profundas de la pintora.

Al ser sus óleos el resultado de una translación al exterior (del interior), podemos afirmar que su pintura no se debe estudiar. Basta con verla y sentirla.

Esta pintura individualista, sumamente subjetiva, invita a sumergirse visualmente en un proceso onírico como resultado del hecho de haberse visto pintados los sentimientos de la artista.

EGUSUT

Sala de exposiciones de la GK.
Garibai, 20-22. Donostia.

Luisi Vélez, realismo social y onírico

DEIA Sábado, 17 de Junio de 1989

Luisi Vélez (Donostia, 1949) es una pintora que vive en uno de los pàtios más castizos del donostiarra barrio del Antiguo. El viejo patio Matía, hoy denominado “Istingorra” determina e influye, con su soledad e intimidad, su gozo y su alboroto, en gran parte de su pintura. Una pintura abierta a diversas sugerencias, siempre reales, unas más cercanas, otras más soñadas y oníricas. Una pintura que surge siempre de la intimidad personal, de la soledad en la que se debate esta mujer-pintora empeñada en pintar lo que de verdad ama y le gusta.

En el antiguo patio Matía la pintora vivió una postguerra dura y sombría, abierta a los sueños juveniles de países lejanos llenos de jóvenes hermosos y de triunfos artísticos. Por allí, también en Suecia, la realidad es más dura y aristada de como la pintan. La artista vuelve a refugiarse en los seres más queridos, en los paisajes reales de su Donostia, surgen así su “Muchacha ante la playa”, su “Mujer abandonada con niño”, o su “Mujer con gatos y restos de pescado”. Realismo simbólico, tierno, sencillo y melancólico que desemboca en otro de corte más social y comprometido: “Hombre ante la ventana”, “Obreros y protestas”, “Las tres gracias ciegas”. O también ese otro realismo más sutil y onírico: “Paella con lirios”, “Druidas con joven negro”, “Adán y Eva”, “Señora con cesta de frutas”, “Arlequín”. Reflexiones plásticas todas ellas sobre la condición humana, transparencias y plasmaciones del alma del artista.

A la artista, en este caso, parece interesarle todo, es una curiosa profunda de sí misma y de la vida de cuantos la rodean en su comunidad y en la ciudad en la que habita. La artista sigue empeñada en seguir plasmando en imágenes la realidad soñada o vivida. Su técnica y sus repertorios iconográficos van mejorando en calidad día a día.

Edorta Kortadi

Caja Laboral. Zarautz, 3-25 de Junio

Edorta Kortadi, “Mujeres pintoras”

Ciertamente no son muchas las mujeres que se dedican entre nosotros a la pintura. Al menos con una cierta dedicación y persistencia. Irene Lafitte, Menchu Gal, Ana Izura, Vitxori Sanz, Jeanne Devoyon, Victoria Montolivo, Marta Cárdenas, Nisa Goiburu y Luisi Vélez son algunas de ellas. La incorporación de las mujeres al mundo de la creación y de la pintura ha sido reciente. Casi se puede decir que ha sido a comienzos de siglo cuando ésta se ha incorporado en igualdad de oportunidades que sus compañeros artistas en Academias, Escuelas de Bellas Artes, Concursos y Galerías.

Luisi Vélez (Donostia, 1949) está desde hace varios años empeñada en plasmar su realidad cotidiana y diaria, mágica y onírica en múltiples páginas de vital, cruda e “ingenua” caligrafía. A ella le interesa todo, desde la Playa de Ondarreta hasta la magia negra y blanca, la realidad de su piel de mujer a través de la historia ,o de los más humildes de la tierra, y la sociología con los que ella comparte y se siente más a gusto.

Quizá por ello Luisi Vélez utiliza códigos realistas y surrealistas a la medida de sus necesidades más profundas y de sus fantasmas más queridos. Quizá por ello Luisi Vélez no requiere la presencia de la realidad objetiva ante ella para ser plasmada, le basta con su propia realidad biológica, onírica y cósmica, le basta con su proyección mental y plástica. Le basta en definitiva con su propia realidad subjetiva. Su pintura, su liviana y casi transparente pintura, lucha y se debate por captarla y por plasmarla, y por ofrecérsela a usted, querido lector, en un acto de humildad y valentía.

Edorta Kortadi

Profesor de la Universidad de Deusto y Crítico de Arte

Juan Antonio García Marcos

Cuando escribí la biografía del pintor donostiarra Ascensio Martiarena, muchos nombres de los que fueron sus alumnos se quedaron en el tintero, uno de estos fue el de la pintora Luisi Vélez.

Hoy me encuentro ante la posibilidad de remediar este olvido, como espero hacerlo con todos aquellos que no nombré en su día. Para Luisi Vélez, el nombre de Martiarena es el recuerdo de un maestro, de unos años vividos en el estudio de la Asociación Artística de Guipúzcoa, de un tiempo que es para esta pintora, uno de los motivos principales que la hacen continuar por un camino difícil, duro, del que sólo pueden hablar los artistas.

En la trayectoria de esta pintora donostiarra, podemos ver una primera época que arranca con la década de los sesentas, y que termina en el comienzo de los setentas. En estos años en la que podemos considerarla como una artista novel, participa en exposiciones colectivas en la Asociación Artística, Museo de San Telmo y en la Sala del Ministerio de Información y Turismo de nuestra ciudad, concurre con miembros de la citada Asociación a diferentes premios de pintura entre los que destaca el de Guetaria.

Una segunda etapa da comienzo en el año 1.981, en ella podemos ver una obra diferente a su primera época; sus inquietudes y aspiraciones son otras. Muestra sus obras en la Sala de Exposiciones de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, la cítica destacó ampliamente su trabajo. Luisi Vélez tiene en proyecto que su obra se cuelgue próximamente en las Salas de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, Sala Gaspar y en Txalaparta de Hernani.

En esta exposición de Caja Laboral Popular podemos ver la obra de esta pintora, de temática vasca, realizada con su particular forma de hacer y arraigada en una enseñanza que tantos frutos ha dado en nuestra pintura.

JUAN ANTONIO GARCIA MARCOS
Crítico de Arte de Radio Popular
De la Asociación Española de Críticos de Arte.

Íñigo Sarriugarte, en el libro “Artistas Vascos”

Nace en San Sebastián en 1946. A los 15 años entra en la Asociación Artística de Gipuzkoa, realizando diferentes estudios de dibujo y pintura bajo la tutela de Ascensio Martiarena y Jesús Gallego. Más adelante impartirá clases de dibujo y pintura en el club de arte “Catalina de Erauso”. En la actualidad, numerosos trabajos de esta pintora se distribuyen en diversas entidades privadas y públicas del Estado, así como también en países como Malasia y Suecia.

Dentro de la majestuosidad de los procesos de difusión perceptiva de los estados cromáticos existentes en sus cuadros se ostentan palpables consecuciones simbólicas, derivadas tanto de la preponderancia de determinados medios plásticos, como de la revelación de determinados objetos que se exhiben como alegorías de una renovada realidad, que refleja el variopinto entramado de las presencias latentes del subconsciente humano y de su correlativa orbe de sueños, donde lo irreal es cláusula sustentante e imperturbable de una nueva realidad acorde a las necesidades comunicativas de la artista, de este modo, se plantean las marcas de una expresión onírica e idealizada para la consecución de una dispensa, que permita anunciar la liberación y exención de las comunes limitaciones de la estricta conformación del contenido estructural consciente. En su pintura el carácter ilusionista no se da en la propia materialización artística, quedando limitado a lo instantáneo del proceso de enunciación y corporización autónoma de las imágenes, sino que queda supeditado a una técnica pictórica minuciosa, que se dilata en los prolegómenos del tiempo. La ejecución de sus imágenes se asemeja a la retórica empleada por Breton como acto de creación pura del espíritu por cuanto se refiere a un modelo puramente interior. Numerosos trabajos mantienen un interesante potencial revelador de imágenes con la habitual transmutación de seres y situaciones, basadas en una arbitrariedad predeterminada, que, como resultado, protagonizarán una cierta alteración en nuestra experiencia de lo cotidiano.

La preciosidad cromática y formal de sus cuadros exalta la magnificencia de una exteriorización psíquica y anímica, llena de patentes sugerencias visuales, que se extrapolan a un estado personal, caracterizado por la atracción de verdaderos momentos de cautivadora dulzura, no obstante y como condición polar al asunto aparecen ciertos instantes marcados por la inquietud y el desasosiego de una situación o suceso, que muestra la posibilidad material de una posible intriga comunicativa para el observador. La obra de Luisi Vélez es la consecución empírica de un complejo referencial privativo, lleno de pormenores y aspectos que se centran en los diversos estados interiores de la pintora, reflejando con desenvoltura las deferentes consistencias creativas y artísticas.

Las referencias dalinianas y de ciertos pintores del simbolismo, resultan en algunos casos significativas y adyacentes, aunque, no obstante, no estamos tratando con una artista que se vea sometida a marcadas influencias exteriores. Luisi Vélez ha sabido imprimir un notable carisma y estilo personal a un trabajo que no deja de sorprender por su calidad intimista. Con estos planteamientos consigue alejarse de las condicionantes restricciones mentales y dar una vía privilegiada de acceso a nuevas fuentes de creación, de este modo, su obra se exterioriza como un transmisor instrumental de ciertos valores significativos.

Esta creadora despliega un amplio abanico de temáticas, que se desarrollarán desde las habituales conformaciones de los bodegones y paisajes hasta tratamientos sustentados en procesos más receptivos, en cualquier caso, la mayoría de los temas son llevados a un carismático proceso que refleja la perfecta composición de un mecanismo de expresión dialogante. La artista obtiene de los más insignificantes escenarios de su propia cercanía unos parámetros que se sumergen consistentemente en manifiestas connotaciones exclusivas. En este marco, donde podemos apreciar las presencias fantasmagóricas de semblantes y figuras sostenidas por una inmaterialidad etérica, mientras que en otros procesos parece simplemente remarcar problemáticas de carácter más pictórico. Su mundo es un entorno de deslumbramiento y fascinación, de seres y presencias irreales, donde lo ficticio y lo visionario son condiciones indispensables dentro de las proposiciones estipuladas del trance y desarrollo creativo.

Las continuas representaciones de frutas y flores mediante sugerentes fondos de colores experimentan un valor añadido de emisión emocional y atrayente para el espectador. Sus obras no pretenden sostenerse en los conceptos propios de la estática temporal, sino que responden a determinadas secuencias dinámicas que se sustentan en el acercamiento hacia nuevos pasos de materialización. La artista juega en numerosos procesos pictóricos y compositivos con la potenciación expresiva de una trastocada sensación, que se centra en diversas configuraciones y ramificaciones de nuevas formas de existencia, incluso la combinación de elementos y esencias formales crean grupos de entramados marcados por la constante alegórica. La obra de esta pintora desmonta parte de nuestros esquemas mentales y, por otra parte, nos muestra una nueva sustantividad insospechada. Sus trabajos mantienen parte de la estética surrealista al disponer de las parcelas de extrañamiento sistemático y la propia descontextualización de lo cotidiano, ya que se parte del principio que todo objeto, por banal que éste sea, fuera del marco acostumbrado que su funcionalidad asigna, retoma una transición insospechada, de ahí, que Breton hiciera esta máxima de acuerdo a esta nueva realidad: “Lo maravilloso es siempre bello, todo lo maravilloso, sea lo que fuere es bello, e incluso podemos decir que sólo lo maravilloso es bello”.